Sorpresivamente, Aníbal decidió regresar a Buenos Aires para solucionar algunos problemas surgidos en sus empresas. Ni siquiera esperó plantearlo en una reunión.
Cuando fue incluido entre los integrantes de la Fundación, se había ido a vivir al pueblo. Cada tanto, cuando el clima lo permitía, solía volver a su casa del monte para satisfacer su vocación de nudista. Una tarde fue hasta allí, aprovechando un caluroso día primaveral y al volver comenzó a preparar sus valijas. En esa tarea lo encontró Felipa que se había llegado hasta a su casa para invitarlo a una reunión.
—¿Te vas de viaje? — le preguntó bromeando, al creer que sólo estaba acomodando sus cosas.
— Sí. — la sorprendió Aníbal — Me acaban de informar que hay algunos problemas en una de mis empresas. Estaré en Buenos Aires por lo menos una semana. Te dejo unos números de teléfono donde podrán ubicarme en caso de que me necesiten.
— ¿Por qué no esperás a mañana? Así lo podés plantear en la reunión de esta noche.
— No puedo, la cosa es muy urgente. Quiero tomar el colectivo de las dos de la tarde y si no me apuro no lo voy a alcanzar.
Sin darle tiempo a reaccionar se despidió pidiéndole que saludara de su parte a todos los demás.
Apenas salió, Felipa convocó a todos a una reunión urgente, adelantando la que iban a tener esa misma noche. La más sorprendida fue Claudia. Se hicieron mil suposiciones hasta que se concluyó en que no había indicios que llevaran a pensar que los motivos de la ausencia fueran otros que los que Aníbal le expuso a Felipa, aunque quedaba pendiente la causa de la falta de explicaciones al grupo.
Todavía estaban a tiempo para interceptarlo en El Colorado, antes que abordara el ómnibus a Buenos Aires, pero decidieron que no valía la pena.
— ¡Lo que tiene que ser, será! — dijo Felipa.
Unos días después Claudia les anunciaba que estaba embarazada. Recién cuando se sintió comprendida confió a sus compañeros que el padre de la criatura por nacer era Aníbal, al que trató de comunicarle la novedad infructuosamente ya que los números de teléfono que había dejado no correspondían a ningún abonado. Claudia comprendió que no volvería y se resignó.
— Allí está la causa por la que se fue tan rápidamente: No pudo, o no quiso, afrontar la responsabilidad de un hijo. — opinó Pedro.
—Él no sabía nada. Recién esta mañana confirmé el embarazo— aclaró Claudia.
— ¡Era un espía! — sentenció Estrada.
Como para confirmar la teoría de Estrada, un grupo de turistas visitó Villafañe. Era un grupo estrafalario que, según decían ellos mismos, buscaban sitios exóticos para conocer y fotografiar. Prácticamente acamparon en el fortín Solari. Para ninguno de los directivos de la Fundación pasó desapercibida esta señal. Era como un símbolo. En ese único lugar digno de mención histórica que había en el pueblo, aquellos “turistas” pasaron todo un día escarbando y raspando todos los rincones, ávidos de encontrar rastros del pasado. No estuvieron más que ese día, pero unas semanas más tarde algunos vecinos comentaban haber visto a algunos de ellos que se habían establecido en Misión Lahisí y a otros en El Colorado, es decir sobre las principales salidas del pueblo. Esto motivó que Estrada planificara el viaje de Pedro calculando una salida alternativa, dando por sentado que los turistas eran realmente espías de Los Otros.
La traición de Aníbal fue un punto de inflexión en el grupo. Un fantasmal rayo atravesó a aquellos otrora triunfantes “salvadores de la humanidad”. Ya no eran los seguros poseedores de un secreto que los ponía por encima de los demás. Hasta comenzaron a tener un dejo de desconfianza unos con otros. Ninguno lo decía pero, aunque las acciones de la fundación continuaban conforme a lo planeado, la derrota había comenzado a manipular los hilos de la trama.
Cuando fue incluido entre los integrantes de la Fundación, se había ido a vivir al pueblo. Cada tanto, cuando el clima lo permitía, solía volver a su casa del monte para satisfacer su vocación de nudista. Una tarde fue hasta allí, aprovechando un caluroso día primaveral y al volver comenzó a preparar sus valijas. En esa tarea lo encontró Felipa que se había llegado hasta a su casa para invitarlo a una reunión.
—¿Te vas de viaje? — le preguntó bromeando, al creer que sólo estaba acomodando sus cosas.
— Sí. — la sorprendió Aníbal — Me acaban de informar que hay algunos problemas en una de mis empresas. Estaré en Buenos Aires por lo menos una semana. Te dejo unos números de teléfono donde podrán ubicarme en caso de que me necesiten.
— ¿Por qué no esperás a mañana? Así lo podés plantear en la reunión de esta noche.
— No puedo, la cosa es muy urgente. Quiero tomar el colectivo de las dos de la tarde y si no me apuro no lo voy a alcanzar.
Sin darle tiempo a reaccionar se despidió pidiéndole que saludara de su parte a todos los demás.
Apenas salió, Felipa convocó a todos a una reunión urgente, adelantando la que iban a tener esa misma noche. La más sorprendida fue Claudia. Se hicieron mil suposiciones hasta que se concluyó en que no había indicios que llevaran a pensar que los motivos de la ausencia fueran otros que los que Aníbal le expuso a Felipa, aunque quedaba pendiente la causa de la falta de explicaciones al grupo.
Todavía estaban a tiempo para interceptarlo en El Colorado, antes que abordara el ómnibus a Buenos Aires, pero decidieron que no valía la pena.
— ¡Lo que tiene que ser, será! — dijo Felipa.
Unos días después Claudia les anunciaba que estaba embarazada. Recién cuando se sintió comprendida confió a sus compañeros que el padre de la criatura por nacer era Aníbal, al que trató de comunicarle la novedad infructuosamente ya que los números de teléfono que había dejado no correspondían a ningún abonado. Claudia comprendió que no volvería y se resignó.
— Allí está la causa por la que se fue tan rápidamente: No pudo, o no quiso, afrontar la responsabilidad de un hijo. — opinó Pedro.
—Él no sabía nada. Recién esta mañana confirmé el embarazo— aclaró Claudia.
— ¡Era un espía! — sentenció Estrada.
Como para confirmar la teoría de Estrada, un grupo de turistas visitó Villafañe. Era un grupo estrafalario que, según decían ellos mismos, buscaban sitios exóticos para conocer y fotografiar. Prácticamente acamparon en el fortín Solari. Para ninguno de los directivos de la Fundación pasó desapercibida esta señal. Era como un símbolo. En ese único lugar digno de mención histórica que había en el pueblo, aquellos “turistas” pasaron todo un día escarbando y raspando todos los rincones, ávidos de encontrar rastros del pasado. No estuvieron más que ese día, pero unas semanas más tarde algunos vecinos comentaban haber visto a algunos de ellos que se habían establecido en Misión Lahisí y a otros en El Colorado, es decir sobre las principales salidas del pueblo. Esto motivó que Estrada planificara el viaje de Pedro calculando una salida alternativa, dando por sentado que los turistas eran realmente espías de Los Otros.
La traición de Aníbal fue un punto de inflexión en el grupo. Un fantasmal rayo atravesó a aquellos otrora triunfantes “salvadores de la humanidad”. Ya no eran los seguros poseedores de un secreto que los ponía por encima de los demás. Hasta comenzaron a tener un dejo de desconfianza unos con otros. Ninguno lo decía pero, aunque las acciones de la fundación continuaban conforme a lo planeado, la derrota había comenzado a manipular los hilos de la trama.
Los astronautas –¡los compatriotas astronautas!– estaban perdidos en el espacio y sería para siempre si no se acudía al rescate. Al principio, algunos sectores de la oposición insinuaron algún argumento contra el programa espacial, pero la presión popular obligó al cambio de actitud y el Congreso votó una partida extraordinaria para solventar una nueva misión que se encargara del rescate. Nadie se detuvo a pensar que antes de finalizar las operaciones necesarias para mandar una nueva nave al espacio, los dos hombres ya estarían muertos.